jueves, 6 de octubre de 2011

La maldad del menos listo

(foto:http://sparksflyhospitality.co.in/)

Muchas veces me ha hecho gracia comprobar cómo el más tonto hace cestos de mimbre mientras el resto le miran rozando la compasión y justificando que pierda así su tiempo.
El tonto es tonto y nunca se le suele hacer más preguntas.
No hay nada mejor en la vida que ser un tonto convincente.
Esos que casualmente se olvidan de su tontería en el momento preciso de hacer una maldad al que tienen al lado, esos son los buenos. No los genuinos tontos del pueblo, sino los miles de inútiles camuflados que pueblan nuestra sociedad en muchos puestos de trabajo.
Es una capacidad extraordinaria la de esconderse tras la tontuna para no realizar el trabajo correctamente, o irse de rositas cuando no les apetece comerse el marrón laboral de turno.
No se dejen engañar por su apariencia de tontos, realmente son tontos pero con el mínimo de inteligencia necesaria para sacar partido a su tontería.
Es decir, tontos para lo común y lo bueno, listos para hacer la maldad y perjudicar al resto con su incapacidad manifiesta.
A veces pienso si no serán listos en su totalidad, luego hacen algo, y mi pensamiento igual que a venido se evapora.