(foto: http://listas.20minutos.es/)
He visto gatos andando más erguidos de lo que lo hago yo estos días.
Hoy recuerdo a un tatarabuelo mío, pobre hombre en paz descanse, del que me contaron (ya que obviamente no le conocí) que al enterrarle tuvieron que hacerle un nicho a medida para que entrara doblado en forma de 4, que era como estaba después de tantos años labrando la tierra.
Podría hacer un par de chistes al respecto pero voy a abstenerme por respeto al árbol genealógico.
Espero que mi caso no llegue a ese punto de gravedad, ya que por mucho que tenga su punto positivo encontrar las monedas tiradas en el suelo antes que nadie, o identificar el excremento canino con una antelación nunca antes vista, ir todo el día dando el culo al personal no resulta estético.
Seguro que muchas estaréis pensando, qué exagerado tampoco será para tanto.
Pues sí, soy hombre, eso tiene un plus. Tenemos una composición genética-metabólica-ósea distinta. Osea, no estamos anatómicamente preparados para el dolor.
Y llega la frase, pues anda que si tuvieras que parir. ¿Alguna vez habéis visto a un ciruelo dar melocotones?. ¿No verdad?, porque no está genéticamente diseñado para tal menestar. A nosotros nos pasa lo mismo.
Somos quejicas, debiluchos y si tuvieramos que hacer la mitad de la mitad de lo que hacen o padecen las mujeres, el mundo lo llevaba claro.
Una vez clarificada la superioridad femenina, llega el punto de los consejos.
Cada persona es un médico y entiende de espaldas, de calor seco, de relajantes musculares y de petit pua.
La conclusión es el estrés, que a veces roza el escuatro, que debe ser lo que acabó padeciendo mi tatarabuelo hasta acabar como un ídem.
Ay, uy, he dicho.