No creo que la gente se sentara delante de la televisión esperando un alarde de carisma por parte de alguno de los contrincantes. Ni siquiera una mínima demostración de dominio de la comunicación y de la expresión corporal.
Si alguien lo esperaba, o no lo habia pensado durante más de 2 segundos, o su corporativismo y fidelidad irracional se lo impedía.
Me da igual que los unos crean que ganaron, o que los otros piensen que arrasaron. Si de verdad se sienten satisfechos de lo visto ayer, está claro que nos siguen tomando por distraídos, por no decir tontos.
Rubalcaba estaba encongido, con las manos nerviosas, la lengua trabada y dando por hecho que él no gobernaría.
Rajoy abría demasiado los ojos, hacía muecas y caras raras cuando terminaba sus intervenciones. Sobre su dicción no voy a decir nada que no se sepa.
Sin fuerza, sin empaque, sin capacidad de transmitir. Fueron dos personas que ni frío ni calor. Sólo dejaron satisfechos a sus incondicionales.
Uno que llega a estas horas con los mangas verdes, y otro que calla para no perder lo ganado.
Esto es lo que tenemos, no sé si también lo que merecemos.
JFK ganó unas elecciones en un debate televisivo.
Ayer perdimos la oportunidad de sacar algo en claro, aunque fuera un mínimo de esperanza.