martes, 22 de noviembre de 2011

Me llueve dentro de casa


Después de la fuerte lluvia de estos días he descubierto en el techo de mi casa una gotera del tamaño del lago de la casa de campo.
Incluso había un pato nadando boca abajo que ante mi presencia espetó un "¿tú qué miras?" que provocó un paso atrás por mi parte, ya que supuse que sería originario del Manzanares y no están las cosas como para enfrentarse a chulerías de seres de la M-30.
Lo malo de los pisos de alquiler es que tienen un proceso pseudo administrativo que hay que seguir para llegar a buen puerto.
Primero toca contactar con el casero, que a su vez debe contactar con los administradores de la finca para que avisen al ñapas oficial de la comunidad. A este último ya te toca perseguirle a tí personalmente.
Hasta ayer nunca había imaginado que pudiera arreglarse una gotera de noche, desde la terraza, con un trozo de uralita cortada a medida con un cúter y una barra de hierro encima para que no se levante.
Un remedio muy español, pero de dudosa efectividad hasta para los más cenutrios del bricolaje, entre los que me incluyo como socio fundador del club.
El efecto catarata conseguido es como estar en un restaurante chino pero sin cuadro.
Vanguardismo en estado puro dentro del salón de mi casa.
Incluso he pensado en sacar los peces del acuario para que se den una vueltecita por el resto de las habitaciones y así estiren las aletas.
La vida es cuestión de matices, para qué viajar si puedo disfrutar de las cataratas del Niágara en mi propia casa.
Si es que nos quejamos de vicio.