(Foto:tituloriginal.blogspot.com)
Sin tartamudeos. No era el de la película, sino el de la telenovela de enredos familiares al más puro estilo Falcon Crest.
No se puede negar que forma parte de las tradiciones navideñas, que los españolitos nos sentemos en el sillón delante de la televisión a esperar el discurso del Borbón. Otra cosa es que luego le prestemos atención o no.
Pero este año tenía el morbo añadido, un poquito de salsa rosa que es lo que parece que más triunfa en nuestro país. Si no hay chicha no hay interés.
Hubo tirón de orejas para el yerno, de forma clara pero sin nombres, aunque el tema de la igualdad de la justicia para todos no suena demasiado convincente.
Nos dejaron bien clarito los realizadores que debíamos ver el Belén, el arbolito y la foto del trío.
Interpretaciones, simbologías y metáforas aparte, estaba todo muy bien estudiado, tanto los gestos como el énfasis en ciertas palabras y frases.
Se cumplió el trámite y quizá haya dejado satisfecho a gran parte del populacho Juancarlista, que probablemente salve la figura del Rey de la quema, pero me reservo mis dudas de cómo quedan parados el resto de la familia.
Después de que todos los informativos saciaran su gran curiosidad informativa de dónde pondrían la figura de Urdangarín en el Museo de Cera, asunto francamente transcendente, queda ahora seguir el proceso y esclarecer todas y cada una de los negocios oscuros, por no llamarlos sucios, del personaje en cuestión.
Veremos a ver si no acaba en el centro de la Villa maniatado, mientras el pueblo en crisis le lanza tomates y lechugas. Estoy seguro de que la gente tiene ganas.
Los siglos pasan, pero hay algunos que siguen pensando en el Medievo.