(foto: facebook)
Ayer me di cuenta de que se me están olvidando las matemáticas.
O mejor dicho, que nunca llegué a aprenderlas a pesar de años de colegio e instituto con ellas de materia obligatoria, de profesores particulares y desesperación de mis progenitores.
Sigo creyendo firmemente que cuando cero tiende a infinito, en algún momento infinito se seca como cualquier cosa que pase por la lavadora.
Soy un cenutrio numeral sin remedio.
Aún tengo pesadillas en las que me llaman por teléfono para decirme que tengo que examinarme de matemáticas, ya que se han dado cuenta de que no llegué a aprobarlas.
Y tienen toda la razón del mundo.
Debo ser de las pocas personas que ha aprobado las matemáticas sacando un 3 en un exámen. El rollo que tengo y mi capacidad de convicción me otorgaron los dos puntos que me faltaban.
Sigo pensando que 2+2 no siempre son 4 y que las matemáticas serán exactas para quien quiera creerlo.
Si a Einstein le están desmontando teorías, quién nos dice que no van a descubrir que 1+1 son 3.
Para el día a día nos basta con la cuenta de la vieja, que no sé quién sería esa famosa anciana con fama equiparable a la de Pitágoras, pero nos soluciona la papeleta perfectamente.
Las facturas se suman para restar nuestros fondo. Una operación simple de suma y resta.
Una división de los ahorros que termina en multiplicación de problemas.
Elemental querido Watson.