(foto:http://fotografiamargasaiz.blogspot.com/)
Aparece septiembre con la baja marea que aleja el sonido del romper de las olas.
Se marchan las vacaciones y retornan las mismas caras, las mismas rutinas de cada mañana transformadas a la fuerza en conformismo.
Un mes de agosto agridulce se despide con las lágrimas aún deslizándose por las mejillas y las sonrisas ilusionadas por lo que vendrá cuando pasen los meses.
El mes que se aleja ha acercado a muchas personas a través de una despedida.
Los veranos son impredecibles.
Se nos viene encima un final de año movido por elecciones anticipadas, huelgas de profesores y reformas constitucionales.
La tormenta no se ha cansado aún lo suficiente como para dejar hacer su papel a la calma. Aún parece tener truenos para rato. A este paso me voy a hacer vendedor de paraguas a 3 euros.
Septiembre es un mes de recuerdo imborrable por un terror gemelo. Una adaptación a la vida de siempre con el deseo de que el tiempo pase rápido y lleguen de nuevo los días de asueto.
Se despide el calor y probablemente se le termine echando de menos.
Los días irán perdiendo día para regalarle horas a la noche.
El mes que llega, el que ya ha llegado, empieza a ser conocido como el de la depresión post-vacacional que dura prácticamente un año.
Tan sólo nos queda destapar el rotulador, descontar los días, y tachar los números del calendario.