Solemos acordarnos de los buenos momentos cuando soplan vientos en contra y nos fuerzan a apretar un poco más nuestros pasos.
Dicen que de lo malo se aprende, aunque algunos aprendizajes sean más complicados que otros. No es que no se aprenda de lo fácil, sino que no nos paramos a analizarlo, ni le damos la importancia que deberíamos.
He decidido que cuando pasen estos vientos, aprenderé más de lo bueno, incluso me centraré más en encontrar y explotar lo positivo. El aire en la cara sirve también para despejar ideas, para ver con claridad los nuevos horizontes que se abren.
Nunca es tarde, incluso para los que están al límite de que lo sea.
Las rachas no duran eternamente, son variables, así que voy desplegando mis velas, que una vez que pase la tormenta, el sol me llevará más allá de mis esperanzas, que hasta ahora permanecían calladas.
Seguro que esta vez la ficción supera a la realidad.