Dadas las circunstancias, el hecho se convierte en una jugarreta del destino, ya que va más allá de una gran oportunidad de cambiar el futuro. Se ha convertido en casi una broma pesada que hace pensar en lo negativo que es dejarse llevar por la emoción tempranera.
Lo bueno es constatar que se mantiene viva la capacidad de ilusionarse, de pensar que algo mejor es posible y que, por supuesto, lo más grande está por llegar.
Contado así, probablemente la historia se quede corta, pero no es necesario entrar en detalles y dar más explicaciones. Hablo de un tema puramente laboral, de una de esas oportunidades entre un millón, pero que te hacen volver a pensar que las cosas en esta vida suceden por algo.
Probablemente sea una tozudez, pero soy de los que cree que la miel puede estar hecha perfectamente para la boca del asno, que no existe nada que sea tan bueno como para que no pueda ser verdad, y que si el destino se parte de risa a mi costa, siempre queda pensar que en esta vida, el que ríe el último, además de mejor, siempre ríe dos veces.