He escuchado muchas veces que en esta vida el que no llora no mama. Teniendo en cuenta que el que llora es un llorón, y el que mama un mamón, ninguna de las dos opciones termina de convencerme.
A pesar del poco gusto que me despierta la expresión, debo reconocer que tiene su parte de verdad, pero no por ello pretendo subirme al carro y optar por ponerla en práctica.
Con el paso de los años he aprendido a que la satisfacción personal llega a través del esfuerzo y de ganarse las cosas con el sudor de la frente. Algunas recompensas llegan y otras no, justo o injusto es lo que hay y de nada sirve forzar las situaciones.
Prefiero mantener el pensamiento positivo, siendo consciente de que nada dura eternamente, ni siquiera los estados de ánimo. Quizá mañana se me agote la batería del positivismo y empiece a llorar por las esquinas, de momento, a día de hoy, me cansan los mamoneos y prefiero pensar que chupar del bote no dura eternamente para quien no lo merece.
Si yo merezco más o no, únicamente el tiempo terminará por decirlo. Hoy por hoy, a pesar de los pesares y de las mil y una zancadillas, sigo mirando al futuro como esa puerta que se abre, de la que solamente yo tengo la llave.