Esta mañana al levantarme me he encontrado un piquete en el espejo. Un tipo con cara de sueño y desaliñado que me señalaba con el dedo y me invitaba a volver a la cama con el gesto torcido. He sacado mi cartera, le he dado la vuelta y la he golpeado con leves toquecitos hasta que el piquete se ha quedado satisfecho del resultado: dos monedas de un céntimo y tres de cinco.
Creo que el piquete se ha convencido, hasta el punto de que se ha sacado la cartera y me ha dado un par de euros.
Muchos de los que hoy estamos desarrollando nuestra actividad habitual, mileuristas trompeteros, huelguistas morales, nos duelen las perras que nos quitarían a fin de mes al respaldar la huelga, contando que llegado el momento conserváramos el puesto y la nómina.
Para empezar, vamos a ver de dónde viene la cosa:
Huelga es una palabra derivada del verbo holgar, que significa "descansar, estar ocioso". A su vez, holgar deriva del término folgar, palabra común a las tres lenguas romances hispánicas, procedente del latín tardío follicare, "resollar, jadear"( no penséis mal cochinos), haciendo referencia a la imagen del caminante que se detiene para tomar aliento en una cuesta. A día de hoy muchos jadeamos y resollamos para llegar a fin de mes, así que nos vale perfectamente.
Cuando el reposo se torna habitual, el que lo disfruta se convierte en holgazán. No es el caso.
En cambio, si hablamos de medidas sindicales de paralización de tareas, los que las llevan a cabo son huelguistas. Aquí sí damos en el clavo.
Y así llegamos al día de ayer, en el que la pregunta más habitual no era otra que: ¿oye tu haces huelga?. Si hay alguien que lea esto y que no le hicieran ni una sola vez esa pregunta, que me lo cuente.
Y por supuesto al de hoy, en el que mi piquete del espejo al final se ha venido a trabajar conmigo, aunque eso sí, con la moral en huelga y los pensamientos de brazos cáídos.